Sort tuvo una vida muy dura hasta que llegó a Perros Sin Fronteras. Por suerte, una maravillosa Antonia lo acogió con todo su cariño, y gracias a ella pudo empezar a sanar. Después, aparecieron sus ángeles de la guarda: lo adoptaron sin importarles su edad, su pasado ni su problema en la columna.
Ver estas fotos nos hace inmensamente felices.
¡Ay, Sort… del infierno al cielo!